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XIV DOMINGO Ordinario
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XIV Domingo Ordinario
7/6/2025
Isaías 66: 10-14; Gálatas 6: 14-18; Lucas 10, 1-12, 17-20
Lo que parece claro en las lecturas hoy es el mensaje de esperanza. El profeta Isaías nos da una visión del futuro en Jerusalén. La cuidad había sido destruido y sus habitantes exilados. Ahora la gente está en marcha, hacia la cuidad sagrada. La visión es una de seguridad, de alegría, de prosperidad, de abundancia y de promesa. El profeta pinta un retrato maternal. La madre alimenta, caricia y consuela a sus hijos. Así será cuando los hijos de Israel regresan a Jerusalén. Conocerán alegría y se sentirán bendecidos después de haber sufrido. Hay esperanza que la vida no seguirá la senda que ya conocen. El Señor poderoso cumplirá su voluntad.
También en el Evangelio, vemos a Jesús mandando a los setenta y dos discípulos para compartir la Buena Nueva. Su misión es sencilla- anunciar la esperanza. Jesús dice, “Curen a los enfermos que haya y díganles: “Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios”. Jesús les manda a los pobres, a los afligidos, a los rechazados, a los pequeños de la tierra. El mensaje es claro. Ustedes son los bienamados de Dios. Hay que tener esperanza. La opinión del mundo no cuenta más. Dios ha declarado su valor. Hay que vivir con esperanza porque las promesas del Reino son para ustedes.
¿Quienes eran los setenta y dos? En realidad no sabemos. Es solamente San Lucas que nos cuenta de ellos. Pero es evidente que no tenían la misma experiencia que los apóstoles. No tenían la ventaja de haber sido compañeros constantes de Jesús. Eran simplemente gente que habían escuchado la Buena Nueva y que se habían convertidos en seguidores con un corazón lleno de amor y compromiso. Y ahora Jesús les manda a enfrentar la pobreza, la injusticia, la envidia, la avaricia y el egoísmo de su cultura. Su mensaje es sencillo. El Señor ha hecho milagros en el pasado. Este mismo Señor sigue fiel y puede cumplir lo mismo en el corazón de la gente.
Creo que la Iglesia nos presenta estas lecturas hoy como una invitación de incorporarnos como uno de los setenta y dos discípulos que Jesús manda a sembrar semillas de esperanza. ¿Y qué es la esperanza? No es la seguridad de que todo estará bien y que Dios hará milagros para mejorar nuestra vida. Es más bien la seguridad de que Dios nos ama, nos acompaña y nos invita a la plena libertad de los hijos de Dios. La esperanza consiste en la convicción de que nuestra vida tiene sentido, que estamos participantes con Dios en la gran obra de la creación.
Y como los discípulos, estamos nosotros mandados para echar espíritus malos. Podemos echar el espíritu de egoísmo con nuestra generosidad. Podemos combatir el espíritu de solidad con nuestra compasión. Podemos echar el espíritu de injusticia con nuestros esfuerzos a favor de los oprimidos. Podemos echar el espíritu de avaricia con nuestro compartir. Podemos echar el espíritu de odio con nuestro ejemplo de amor.
Es seguro que nuestra cultura necesita esperanza. Hay tanta gente que sufre cada día de espíritus malos. Creo que Jesús nos manda con su poder para anunciar el Reino; el Reino de amor, de compasión, de justicia, de compartir, de misericordia, de generosidad, y de solidaridad. El mundo espera. Falta solamente nuestro compromiso.
Sr. Kathleen Maire OSF <KathleenEMaire@gmail.com>
(Las últimas siempre aparecen primero).
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